Es demasiado fácil confinar la sexualidad al ámbito de la intimidad. Cierto es que refugiarse tras el mundo fantasmagórico puede ser una buena solución para quienes no se responsabilizan realmente de sí mismos, pero nos impide encontrar el equilibrio adecuado en nuestra personalidad. Así que en nuestros círculos LGBT, con demasiada facilidad, buscamos excluirnos del orden social natural, que se basa inevitablemente en la desigualdad de las relaciones humanas. En lo personal, integro completamente la idea de someterme, incondicionalmente, a un chico. Entregarme en cuerpo y alma, sin distinción, sin límite. En efecto, darse es tener confianza en su dueño hasta el punto de darle poder real sobre su vida, para que en definitiva sepa administrarla mejor, organizarla, administrarla. Vida que tiene derecho a compartir con los demás, a ser explotada en todo el sentido de la palabra.